La Posada de Manuc
En pleno centro de Bucarest, en la Strada Franceza (Calle Francesa) de la Piata Unirii (Plaza de la Unión), se encuentra, desde hace dos siglos, un edificio monumental, por sus dimensiones, pero sobre todo por su significado e historia. Se trata de La Posada de Manuc, uno de los edificios de este tipo más antiguos y, seguramente, más inéditos de la zona, el único que ha quedado en pie hasta nuestros días.
Su fundador, el armenio Manuc (su nombre real era Emanuel Marzian), ha sido el usurero del sultán Selim III. Ha conseguido, durante ese tiempo, juntar una fortuna fabulosa y lograr el título de “bey” (príncipe). Los turcos contaban que era tan rico que, en el momento de la construcción de su palacio de Tarigrad, había ordenado a sus califas que cada clavo agujerease primero una moneda de oro antes de agujerear la pared o madera. También se le conocía como francmasón, y también como un diplomático muy hábil. Conocía ni más ni menos que doce idiomas. Cuando su sultán murió, Manuc se vio obligado a abandonar esas tierras y es así como llega a tierras rumanas, concretamente a orillas del Dambovita, en el año 1806. El otoño de ese mismo año, Manuc compra, a través de una licitación, el terreno que pertenecía a la Corte Real y comienza a construir lo que sería uno de los edificios más grandiosos y hermosos de toda Valaquia en esa época, el único caravanserai (en Oriente, posada grande donde paran todas las caravanas) del sur-este de Europa. Con un aspecto romántico, la posada se diferenciaba del resto de los edificios de la época y su fama sobrepasaba las fronteras de nuestro país gracias a su arquitectura, y también a las comidas exquisitas que disfrutaban huéspedes de doquiera.
El edificio estaba formado por dos salones, quince bodegas, veintitrés tiendas, diez despensas, los cuartos de los criados, cocinas y, lo más interesante: un túnel secreto construido para los casos de asaltos, que podía albergar hasta quinientas personas. Los huéspedes que paraban aquí después de un largo viaje, podían descansar en una de las 107 habitaciones situadas en la planta de arriba de la Posada de Manuc. Asimismo, el patio interior de la posada incluía una cafetería y una fuente artesiana, única en nuestro país en aquella época. En la zona que daba hacia el río Dambovita, la posada disponía de un embarcadero con una terraza donde se podía almorzar. El pintor francés Auguste Lancelot, en su visita a Bucarest, menciona en sus escritos la Posada: “Las dos líneas de galerías que unen entre ellas los cuatro cuerpos de casas, la gran escalera, muy elegante, que une las dos plantas, debajo de un chiringuito con tejado picudo y vigas que sobresalen, están ornadas con pilares y barandillas de buen gusto, trabajadas muy finamente. Podríamos decir que es un palacio de madera”. Asimismo, los comerciantes que pasaban por Bucarest, aunque no se quedasen a dormir, hacían una parada en la Posada de Manuc para disfrutar de la comida exquisita: la sopa de gallina, el asado de cordero, el cochinillo, el asado de jabalí, los postres turcos (halvita, halva, sarailie); para disfrutar de los buenos vinos, de licores y orujos, y, por supuesto, para relajarse delante con un café y una pipa.
La Posada también ha tenido gran importancia desde el punto de vista histórico y cultural, siendo, varias veces, anfitriona de distintos eventos memorables. Según el histórico Constantin Giurescu en su trabajo “La Historia de Bucarest”: “En La Posada de Manuc han tenido lugar las conversaciones preliminares al Tratado de Paz que puso fin a la guerra ruso-turca de 1806-1812, cuando Moldavia se vio obligada a ceder Basarabia a Rusia”. Nada más se cerrase la paz, Manuc se muda con su familia a Hancesti, con la intención de vender la Posada, cosa que no consigue debido a su muerte en condiciones sospechosas en el año 1817. Existen suposiciones según las cuales habría sido envenenado o habría muerto en un accidente de caballo. Puesto que en ese momento sus hijos eran menores, la Posada, junto con otras propiedades, pasan a pertenecer a una epitropía, que las arrendan en 1827 a Dimitrie Dedu y Nicolae Alexiu.
En el año 1828, un terremoto afecta bastante seriamente la construcción de la Posada, por lo que el hijo de Manuc, Murat, heredero con derechos plenos a esa época, decide venderla, debido a que ya no podía soportar los gastos de reparación. Desde ese momento, la Posada pasa por varias manos, y solamente en el año 1861 se hacen inversiones serias con el fin de consolidar el edificio. El artífice es Lambru Vasilescu quien, de hecho, también le cambia el nombre a la Posada, que pasa a llamarse “Marele Hotel Dacia” (Grand Hotel de la Dacie), o lo que es lo mismo, “El Gran Hotel de Dacia”. Éste es el momento cuando para la antigua Posada de Manuc empieza de nuevo una época de gloria, siendo muchas veces anfitriona de numerosos bailes, fiestas, obras de teatro, conciertos de música clásica, espectáculos de magia, etc. Asimismo, La Posada de Manuc es el lugar que ha albergado el primer espectáculo de opereta de Rumania.
Entre 1914 y 1916, la Posada es lugar de encuentros y de debates de los políticos que solicitaban la admisión de Rumania en la Antanta en la Primera Guerra Mundial, con el fin de obtener la independencia de Transilvania y Bucovina. Entre ellos estaban Octavian Goga, Barbu Stefanescu Delavrancea, Nicolae Filipescu, Tache Ionescu.
En los años siguientes, el local continuó funcionando como hotel, restaurante y bodega, guardando el nombre de Hotel Dacia hasta el final de la Segunda Guerra Mundial. Después de la instauración del régimen comunista, más exactamente el 19 de febrero de 1949, el hotel es nacionalizado: se arrenda a inquilinos con posibilidades financieras limitadas y recobra su antiguo nombre, La Posada de Manuc. Restaurada varias veces entre el 1966 y 1970, respectivamente entre 1991 y 1992, La Posada de Manuc ha conseguido conservar gran parte de su arquitectura original, la brancovestina, de manera que todavía se pueden admirar bodegas, salones de restaurante, arcadas, terrazas con pilares de encina, escaleras de madera que unen el patio interior y la planta superior, el jardín de verano, el puente de encina de la entrada… Asimismo, en el restaurante hay objetos originales de la época del Bei Manuc, como las barricas de arcilla quemada usadas en el pasado para depositar el aceite. En el año 1995 se inicia el proceso de retrocesión de la Posada, y solamente diez años más tarde ésta entra en posesión de los descendientes de la familia Cantacuzino. Con un valor evaluado en aproximadamente quince millones de euros, la Posada ha sido restaurada en 2007. Se desea la conservación de todos los elementos originales posibles.
Tras inversiones de millones de euros, se espera que La Posada de Manuc recobre el brillo de antaño y que, de la misma manera que doscientos años atrás era el lugar de encuentro y reposo de los comerciantes de doquier, llegue a ser, en el futuro, el lugar de referencia de las personas de negocio y de los turistas que quieran conocer la historia del antiguo Bucarest, historia en la que La Posada de Manuc ocupa uno de los lugares importantes.
La Posada de Manuc está situada en Str. Franceza (Calle Francesa), en las cercanías de la Corte Antigua.
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